Catán

sábado, 20 de agosto de 2011


Por Malala González

En tiempos donde la desterritorialización y la globalización son materia corriente, Catán de Javier Dubra retoma la idea de lo propio y del pertenecer a un lugar, en este caso González Catán. Esta localidad/barrio, le sirve a Dubra para nombrar y recrear un panorama que, en primer lugar, nos resulta identificable. Pero veamos: se trata de un barrio en el que lejos quedó el fiado del panadero o verdulero, o el saludo entre los vecinos. En este Catán todo parece trastocado y nada parece justo. Ningún sueño parece cumplido y cierta fractura social se viene a imponer. Los personajes son seis jóvenes adultos que viven o vivieron allí y que en nada se parecen a cuando eran chicos y jugaban juntos en la calle. Simplemente porque la vida pasó. Ellos son: un matrimonio con una hija, una amiga vecina, dos patrones hermanos de ojos claros y una hermana que vuelve (después de mucho tiempo) a la casa familiar.

Sin instalarse en un escepticismo irrevocable, es el humor el que nos corre de las circunstancias dadas para contar lo que pasa allí. De esta manera, sin apelar a solemnidades o recuerdos de infancia fortuitos, Catán brinda un panorama bien cotidiano y realistamente construido. Los diálogos y modos de hablar de cada personaje resultan bien verosímiles, al tiempo que se vuelven factibles de ser reconocidos por cualquier espectador. Pero, ¡ojo! No es a partir de la parodia que los retratan, sino que hay un convencimiento en ese modo de decir/hacer/moverse, mientras permiten traslucir el padecimiento que compete a cada uno. La historia tiene lugar siempre en el comedor de una vieja casa (donde el espacio teatral resulta bien apropiado, puesto que se realiza en Defensores de Bravard), y a partir de entradas y salidas, nos enteramos de sus vidas, de sus destinos adquiridos, de sus frustraciones y descontentos. Un intento de poner en cuestionamiento cierta infelicidad provocada por el agobio y la rutina. Infelicidad rescatada, de algún modo, por la amistad.

Para destacar, principalmente: los diálogos y las actuaciones, que se vuelven pilares sobre los cuales se asienta la risa y la cotidianidad desplegada. El registro actoral se instala allí, y cada uno juega su rol con tamaña soltura. Se vislumbra cómo los seis actores entienden el juego, y pudiendo improvisar sobre lo escrito, se ve cómo disfrutan de estar trabajando juntos. Si bien la anécdota termina siendo simple, no por ello resulta menor, porque consideramos que hacia lo pequeño, lo cotidiano, lo que puede pasar desapercibido, hacia allí Catán apunta. Sin duda, es una muy buena obra, donde la risa desmesurada (generada en el público, y que se agradece) puede superar el llanto de tanta miseria social. Hay que verla.

Elenco: Diego Benedetto, Luis Contreras, Laura Espinola, Cecilia Rainero, Paula Schiavon y Carla Segalini. Dirección: Javier Dubra.

http://www.alternativateatral.com/obra18482-catan

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