Brick

viernes, 18 de noviembre de 2011


Por Natalia Laube


Tres obreros con distintos cargos llegan a una obra en construcción, y se disponen a hacer cada uno lo que sabe. Jaime, Toni y Javier, los tres personajes de esta historia, son enviados a un lugar alejado de casi todo con la misión de construir algo grande. Quien los mandó es Gerardo Losaso, un superior que es responsable de haber cruzado sus destinos pero que nunca aparece, finalmente, para hacerse cargo de lo que suceda allí entre ellos.

La primera obra de Camila Fabbri, dramaturga y directora en ciernes, transcurre –casualmente– en una obra en construcción en la que estos tres hombres deben convivir, dadas las circunstancias, por un tiempo largo. La cuestión comienza a ponerse interesante cuando, pasados algunos días y cimentada la confianza interpersonal, no sólo hagan coexistir sus cuerpos, sino sus diferentes maneras de ser varones: sus comportamientos, sus formas de abordar su masculinidad, chocan en primera instancia para comenzar a fundirse más tarde. Incluso a gustarse. Está claro que ninguno eligió del todo al otro, pero en ese conjunto de actitudes personalísimas, angustiadas, amorosas, desbordadas –siempre humanas–, algo comienza a tener sentido, mientras la virilidad que pide asado, fútbol y chicas de tetas grandes comienza a derrumbarse un poco.

Llama la atención que la creadora de este trabajo (jovencísimos 22) se haya metido con dos universos que, prejuicio mediante, podrían suponérsele –si no alejados– apenas frecuentados: lo laboral, por un lado; lo masculino por el otro. Y aunque Fabbri escriba en el programa de mano que “No todas las obras en construcción son edificios”, podría decirse, siguiendo el juego de las metáforas edilicias, que su trabajo sí termina convirtiéndose en uno: un edificio simple, sin estridencias, pero placenteramente habitable. Con aciertos y desaciertos (la dirección de actores en el sector de los debe; un sensible manejo del espacio y la iluminación en el terreno del haber), Brick prepara el terreno de una carrera teatral que se percibe sólida y duradera. Tiempo para los acabados interiores, sobra.


Sábado, 23 horas. Granate Espacio Teatral. Álvarez Thomas 1539.

Ficha

Dramaturgia y dirección: Camila Fabbri

Asistencia de dirección: Ramiro Bailiarini

Actúan: Bruno Campos, Julian Infantino, Mario Sala

Escenografía: Julieta Potenze

Iluminación: Leonardo D’aiuto

http://www.alternativateatral.com/obra21453-brick

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CMMN SNS PRJCT

miércoles, 9 de noviembre de 2011


por Mónica Berman

La propuesta, innombrable para nosotros por ausencia de vocales (aunque en algún momento las recuperarán) empieza por un juego bastante particular: la cesión de una serie de objetos exhibidos ante el público. De a poco, el muestrario de objetos desaparece de la escena para pasar a manos de los espectadores. Este acto tendrá inmediatamente un pedido de contraprestación pero como ellos, Laura Kalauz y Martín Schick, son amables, gentiles y sus pedidos no son invasivos, se produce el intercambio de manera “bastante natural”.

Primer dato sumamente interesante, el espectador acepta ahora porque aceptó antes. Luego veremos que esto es un paradigma de funcionamiento de todo el (complete el lector, no es fácil nominarlo), una lógica de intercambio de bienes y servicios, incluidos los culturales.

En sentido estricto la propuesta no es del orden de la ficción pero necesita de un espacio habitualmente habitado por la ficción para ponerse en tensión con él, por múltiples razones.

El modo en el que la ficción ingresa asemeja la naturaleza del discurso referido porque ellos “actúan”, representan de manera sistemática e, incluso, reiterada si no logran su “objetivo”.

Además de referencias ficcionales aparecen técnicas de la danza, es decir, dialogan en términos formales con las artes escénicas. ¿Por qué formales? Porque si la referencia es a una película no hay “cine”, hay actuación “teatral” que la remite. Ésta es la clave del recurso porque la focalización no está puesta en denunciar o criticar la sociedad económica en la que vivimos sino en poner en juego sus mecanismos de acción. Incluso entra directamente el dinero en escena.

Decíamos que se producía la necesidad de un espacio como un teatro, fundamentalmente por el modo en el que funciona la convención y por el lugar político-económico-institucional que conlleva. Es desde esta perspectiva que los performers tienen cubierto su “sueldo” como trabajadores y las cuentas que harán (incluido el dinero que le corresponde al teatro) incluyen los gastos habituales de una puesta, escenografía, flete para su traslado, prensa, etc. Entonces la reflexión sobre nuestro accionar en el mercado incluye lo cultural. El remate de la propia obra para ser representada por quien la compre, de manera no exclusiva, es absolutamente monumental. Como el hecho de vender la grabación de lo que pusieron en escena con el agregado de que es una grabación incompleta puesto que las acciones continúan.

La propuesta apela a la inteligencia del espectador de manera directa y es un cross a la mandíbula con respecto a nuestras propias acciones cotidianas que no percibimos porque están profundamente naturalizadas. Como diría Roland Barthes, cuando algo es percibido como “natural” es porque la cultura está operando con toda su fuerza. Estos dos jóvenes talentosísimos lo que hacen es poner en evidencia lo “natural” en términos de economía y unas cuantas cosas más.


Autoría: Laura Kalauz, Martin Schick
Performers: Laura Kalauz, Martin Schick
Escenografía: Cristina Nyffeler
Prensa: Debora Lachter
Dirección: Laura Kalauz, Martin Schick


http://www.alternativateatral.com/obra21569-cmmn-sns-prjct


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