El peor de los públicos

martes, 23 de agosto de 2011



Por Malala González

¿Qué decir de nuevo cuando una obra ya va por su tercera temporada? Tal vez, para empezar, sería bueno comentar algo al respeto de ese acontecimiento: su permanencia. El peor de los públicos
, de Binetti y Lisfchitz, es una obra que ha reanudado sus funciones por tercer año consecutivo, y en esta última oportunidad ha cambiado de sala teatral (Espacio Polonia, los sábados a las 21hs). Es entendible, entonces, que durante todo este tiempo hayan sido varias las críticas que han reseñado y/o dado cuenta de la labor de Binetti (como director y co-autor de la pieza) y de Lifschitz (como actor y co-autor). Sin embargo, me interesa rescatar un aspecto sobre el que algunas de ellas se han percatado: la cuestión de ser un unipersonal bastante particular. Veamos el porqué: Para contrarrestar a la nomenclatura de géneros o estilos dramáticos, esta obra no es (del todo) un unipersonal en el que actúa un sólo personaje parlante sino que, y aquí va su particular dispositivo, junto a éste aparece otro personaje: un muerto a su lado. De esta manera, El peor... se estructura a partir de dos personajes: uno vivo y otro muerto. Uno que maquilla y prepara al fallecido para su velorio, y el otro que aguarda, bien quietito, ser preparado. Atilio es el que lleva adelante la acción, pero sin duda, es José Luis Albornoz quien debe estar para que Atilio adquiera existencia. Y viceversa.

El espacio de trabajo que vemos, siempre el mismo, se va nutriendo de sentidos. Porque, a medida que Atilio acciona sobre el cadáver de José Luis, tienen lugar las anécdotas, los recuerdos del exilio y de la guerra, del océano y el viaje, de la vida y la familia. Un trabajo que Atilio heredó. Una profesión solitaria, dura, aprehendida en esas manos que preparan para una función final. Mientras que la vida que trae consigo José Luis resulta bien diferente. Al haber sido un actor de cine aparecen imaginarios relativos a la actuación, a cierto ámbito más social y de mayor exposición que aquel que compete a Atilio. Entonces, no sólo es la vida y la muerte la que los diferencia, sino que desde el relato mismo el antagonismo de sus vidas también se contrapone. Una estructura díptica de opuestos, capaz de generar reflexión, y por qué no, capaz de volverse nostálgica o entrañable. Una dramaturgia construida en dupla en la que también tiene lugar el humor.

Así, el dispositivo creado para no cortar con la cuarta pared, brilla en su esplendor. Y esa genialidad se disfruta. Por eso no es un monólogo parecido a otros, sino que allí radica la originalidad del suceso, en poder crear un verosímil teatral capaz de hacernos ver a un solo personaje parlante y no por ello tener que pensar que está hablando “solo”.

Por último, tres detalles para apuntar: la actuación contundente de Lifschitz, la armónica y precisa dirección de Binetti que hila escénicamente cada instante y la creación formidable del querido José Luis realizada por Norberto Laino. Tres coordenadas que acordaron para dar lugar a una pieza que se recomienda y mucho.

Ficha técnica:

Dramaturgia: Andrés Binetti y Alejandro Lifschitz. Actúa: Alejandro Lifschitz. Dirección: Andrés Binetti.

http://www.alternativateatral.com/obra14505-el-peor-de-los-publicos


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Catán

sábado, 20 de agosto de 2011


Por Malala González

En tiempos donde la desterritorialización y la globalización son materia corriente, Catán de Javier Dubra retoma la idea de lo propio y del pertenecer a un lugar, en este caso González Catán. Esta localidad/barrio, le sirve a Dubra para nombrar y recrear un panorama que, en primer lugar, nos resulta identificable. Pero veamos: se trata de un barrio en el que lejos quedó el fiado del panadero o verdulero, o el saludo entre los vecinos. En este Catán todo parece trastocado y nada parece justo. Ningún sueño parece cumplido y cierta fractura social se viene a imponer. Los personajes son seis jóvenes adultos que viven o vivieron allí y que en nada se parecen a cuando eran chicos y jugaban juntos en la calle. Simplemente porque la vida pasó. Ellos son: un matrimonio con una hija, una amiga vecina, dos patrones hermanos de ojos claros y una hermana que vuelve (después de mucho tiempo) a la casa familiar.

Sin instalarse en un escepticismo irrevocable, es el humor el que nos corre de las circunstancias dadas para contar lo que pasa allí. De esta manera, sin apelar a solemnidades o recuerdos de infancia fortuitos, Catán brinda un panorama bien cotidiano y realistamente construido. Los diálogos y modos de hablar de cada personaje resultan bien verosímiles, al tiempo que se vuelven factibles de ser reconocidos por cualquier espectador. Pero, ¡ojo! No es a partir de la parodia que los retratan, sino que hay un convencimiento en ese modo de decir/hacer/moverse, mientras permiten traslucir el padecimiento que compete a cada uno. La historia tiene lugar siempre en el comedor de una vieja casa (donde el espacio teatral resulta bien apropiado, puesto que se realiza en Defensores de Bravard), y a partir de entradas y salidas, nos enteramos de sus vidas, de sus destinos adquiridos, de sus frustraciones y descontentos. Un intento de poner en cuestionamiento cierta infelicidad provocada por el agobio y la rutina. Infelicidad rescatada, de algún modo, por la amistad.

Para destacar, principalmente: los diálogos y las actuaciones, que se vuelven pilares sobre los cuales se asienta la risa y la cotidianidad desplegada. El registro actoral se instala allí, y cada uno juega su rol con tamaña soltura. Se vislumbra cómo los seis actores entienden el juego, y pudiendo improvisar sobre lo escrito, se ve cómo disfrutan de estar trabajando juntos. Si bien la anécdota termina siendo simple, no por ello resulta menor, porque consideramos que hacia lo pequeño, lo cotidiano, lo que puede pasar desapercibido, hacia allí Catán apunta. Sin duda, es una muy buena obra, donde la risa desmesurada (generada en el público, y que se agradece) puede superar el llanto de tanta miseria social. Hay que verla.

Elenco: Diego Benedetto, Luis Contreras, Laura Espinola, Cecilia Rainero, Paula Schiavon y Carla Segalini. Dirección: Javier Dubra.

http://www.alternativateatral.com/obra18482-catan

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